A
pesar de la influencia y aceptación que aún hoy en día gozan las teorías de
Karl Marx, no han sido poco los que han conseguido encontrar brechas y en
algunos casos abismos en sus teorías, desde la pequeña modificación o
eliminación de alguna de las teorías del filosofo alemán hasta una crítica
global a todo su pensamiento, como harían los economistas de la escuela
austríaca en el siglo XX.
En
este ensayo nos centraremos en dos conceptos muy ligados, pero con diferencias:
el valor trabajo y la explotación. El “valor trabajo” está en el centro del
pensamiento marxista, según él un trabajador debería ser remunerado por el
total de su aportación a la producción, y cualquier apropiación de este
excedente (plusvalía) por parte del capitalista sería una explotación del
trabajador (proletario). Es en base a estas dos teorías sobre las que Marx
desarrollará gran parte de su posterior pensamiento.
Sobre
el primero, el valor trabajo, éste sería el trabajo
socialmente necesario para la producción de una mercancía, lo que Marx
decía era que todo el fruto de este trabajo era propiedad del trabajador, es
decir, que el trabajador tiene derecho a todo
el fruto de su trabajo. Hasta este punto todo parece encajar, y uno podría
decir sentirse explotado si no recibe el fruto de todo lo que aporta al proceso
productivo. Pero a esto último llegaremos en unos párrafos.
Antes
de ello y volviendo al fruto del trabajo Marx parecía olvidarse, o parecía
querer olvidarse de dos conceptos muy importantes para el proceso productivo de
cualquier economía: capital y tecnología. Marx aportaba toda la plusvalía del trabajo a la fuerza
laboral, dejando de lado quién había pagado la maquinaria, la nave, las
licencias, o la forma u organización del trabajo, las patentes… ¿No se debería
remunerar esto también? ¿Podrían producir lo mismo esos mismos trabajadores sin
el capital aportado por el socio capitalista, ni por la tecnología aportada por
otros socios de la empresa? Esto en
verdad se podría volver contra Marx y argumentar que el fruto del trabajo es
aquello que el trabajador hubiera producido sin tecnología ni capital, él y sus
compañeros solos, sin maquinaria ni naves ni patentes. Obviamente esto último
no tiene mucho sentido si tenemos en cuenta las sinergias que producen el
capital, el trabajo y la tecnología cuando trabajan juntas.
Así
que, ¿cómo valoramos la aportación del trabajo? Aquí creo como opción correcta
la utilización del ingreso marginal, es decir: qué gana la empresa contratando
a ese trabajador, o qué dejaría de ganar si lo despidiera. En un mundo
económicamente perfecto esto sería lo ideal, pero distamos mucho de
encontrarnos en uno de esos.
Sobre la
explotación me detendré menos con ella, ya que está muy ligada al argumento
anterior, pero incuestionablemente es un asunto que hoy en día todavía utilizan
muchos trabajadores para referirse a su situación actual, se sienten explotados
por sus jefes (curioso también es, que algunas de esas personas también piden
encarecer el despido). Pero ¿qué pensaría Marx hoy de los que claman ser
explotados si viera las condiciones en las que se trabaja hoy en día en la
mayoría de puestos de trabajo? Si, existen casos extremos y de obvia
explotación, pero gracias a los avances conseguidos son marginales. ¿Realmente
está siendo explotado un operario que trabaja 40h semanales, con 14 pagas
anuales, 1 mes de vacaciones (pagadas), seguridad social a cargo de la empresa,
posibilidad de asociarse a un sindicato y etc…? Las dudas saltan a montones.
Si tan
preocupados estamos de la explotación laboral, sería mejor utilizar un poquito
de la lógica maxmin e intentar mejorar la posición de aquellos que aún hoy
todavía son explotados, ya sea aquí o en otra parte del mundo, y compararlos
con nosotros mismos para ver realmente si existe una explotación.
No podría
acabar este ensayo sobre las teorías de Karl Marx y de lo que generó el
socialismo sin mencionar a la escuela de economistas que probablemente más
criticó al filósofo alemán y su sistema de ordenación social, la Escuela
Austríaca:
La dictadura
del proletariado nace como la respuesta marxista a una sociedad capitalista, en
la que supuestamente una parte de la población (burgueses) explotaba a los
trabajadores (proletarios), para darle la vuelta a la tortilla haría falta
eliminar la propiedad privada y hacerla colectiva, así rápidamente sin
especificar detalles, nada es tuyo, todo es de todos. Para llevar a cabo esta
“colectivización” habría que expropiar a los poseedores de propiedad privada
(obviamente sin compensación), es decir, el Estado se creería en el poder de
quitar a su antojo las posesiones de sus ciudadanos que creyera conveniente. Es
más, para hacer esto haría falta que alguien dictara las normas, y lo que es
peor, alguien que controlara todo lo apropiado y lo redistribuyera entre los
ciudadanos, ¿Quiénes serían estos “ángeles” (como decía M. Friedman) que
organizarían la sociedad dotando a cada individuo lo que necesite? Y lo que
para los austríacos es aún peor: Perderíamos la libertad, como personas, de
poder elegir lo que es mejor para nosotros, en qué trabajar, en qué educarnos,
en qué investigar, a dónde viajar; porque toda nuestra vida estaría regida por
el Estado, que se cree en posesión de toda la información necesaria para
organizar perfectamente la economía.
Y toda esta
sumisión al estado, ¿por qué? Porque supuestamente es lo mejor para todos, y
porque así ningún obrero se sentiría explotado por ningún capitalista malvado
come beneficios, y digo yo ¿no nos seríamos explotados por el Estado? Creo que
en una sociedad comunista el Estado es el capitalista, el que se lleva el fruto
del trabajo de los obreros. Lo que en principio parece ser un sistema social
mucho más justo y equitativo acaba siendo un gran ordenador con poder absoluto
que se cree capaz de pensar mejor que las personas.
Perdón por la chapa. Un saludo. :-)